John Quincy Adams ** Sexto presidente de los Estados Unidos
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ancilo59
Presidentes de los EE. UU
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Abogado y político estadounidense, secretario de Estado bajo la presidencia de James Monroe (1817-1825) y sexto presidente de los Estados Unidos de América (1825-1829).
Nació el 11 de julio de 1767, en Braintree, actual Quincy (estado de Massachusetts), y murió el 23 de febrero de 1848, en Washington (Distrito de Columbia). Hijo mayor de John Adams, segundo presidente de la nación, al que acompañó de joven en varias delegaciones diplomáticas de gran relieve, John Quincy Adams desempeñó un papel fundamental durante su período como secretario de Estado del presidente Monroe, especialmente en la formulación de la política exterior del presidente conocida como la Doctrina Monroe. Destacado defensor de la libertad de expresión y de la causa abolicionista e impulsor de un programa económico nacionalista contrario a los intereses de los terratenientes, fue duramente criticado por la oposición política sudista en el Congreso.
Inicios precoces
Con un padre convertido en uno de los principales líderes de las colonias rebeldes, y con una madre patriota y muy culta que influyó decisivamente en su carácter y educación, John Quincy Adams pasó su primera juventud en plena Guerra de la Independencia. En el año 1778, con tan sólo once años de edad, Adams acompañó a su padre en un peligroso e importante viaje a París, cuyo objetivo era el de recabar ayuda para las colonias.
En Europa, pasó dos largos años estudiando en colegios de París, La Haya y Londres, hasta que, en el año 1780, ingresó en la Universidad de Leyden (Alemania). Adams, aparte de adquirir una impresionante cultura, consiguió un gran dominio de la lengua francesa y conoció la realidad política europea, lo que le valió, en el año 1781, cuando apenas contaba catorce años, ser nombrado secretario privado de Francis Dana, el primer embajador estadounidense en San Petersburgo, Rusia. Al año siguiente, Adams inició el regreso al encuentro de su padre, que se hallaba en Holanda.
Pasó largas temporadas en Suecia, Dinamarca, Alemania y Holanda. Antes de regresar a los Estados Unidos, Adams participó junto con su padre, en calidad de asesor, en las negociaciones de paz que pusieron fin a la Guerra de la Independencia, en el año 1784. Finalmente, Adams acabó sus estudios de Derecho en la Universidad de Harvard en el año 1787, el mismo año que entró a trabajar en el bufete del prestigioso abogado Theophilus Parsons. Tres años más tarde, John Quincy Adams abrió su propio bufete en la elitista ciudad de Boston.
Carrera diplomática y política
Adams comenzó a escribir una serie de artículos, con el seudónimo Publicola, en los que atacó con dureza la postura defendida por Thomas Paine en lo relativo a los Derechos del Hombre. En ellos defendía la causa federalista y la política de neutralidad practicada por George Washington en referencia al enfrentamiento anglo-francés. Washington se fijó en él y lo nombró, en mayo de 1794, embajador plenipotenciario en Holanda, época en la que constantemente mantuvo informado al Gobierno de su nación, mediante una serie de innumerables cartas que envió a su padre, que por aquel entonces era vicepresidente con Washington.
A causa de la ausencia del embajador estadounidense en Londres, Thomas Pinckney, Adams fue encargado de ratificar con las autoridades británicas la firma del Tratado de John Jay, suscrito en 1794. En premio a su excelente gestión diplomática, George Washington lo nombró, en 1796, embajador en Lisboa, de donde pasó, un año más tarde, a la embajada de Berlín, en Prusia, donde contrajo matrimonio con Louisa Catherine Johnson, hija del cónsul estadounidense en Londres, Joshua Johnson. Adams llevó a buen término la firma de otro tratado de amistad y comercio con el monarca prusiano Federico Guillermo III y tuvo tiempo de publicar una versión en lengua inglesa de la obra Oberon, del literato alemán Wieland.
Cuando en noviembre de 1800, su padre perdió las elecciones presidenciales con Thomas Jefferson (1801-1809), Adams fue reclamado a su país. Recaló en Boston a primeros de 1801, donde volvió a ocuparse de su bufete.
Al año siguiente, Adams fue elegido miembro del Senado de Massachusetts por el Partido Federalista y, dos años después, para el de Estados Unidos en Washington.
Ruptura con el Partido Federalista
John Quincy Adams pertenecía al Partido Federalista, pero siempre hizo gala de un alto grado de independencia, lo que le llevó a apoyar una serie de medidas políticas desarrolladas por el republicano Thomas Jefferson, como fue la compra de Louisiana y la guerra comercial promovida contra Gran Bretaña, situación que le enfrentó con los miembros de mayor peso de su partido. Tras apoyar con entusiasmo, en diciembre de 1807, la Ley de No Importación, promovida por Jefferson, que prohibió cualquier tipo de actividad comercial con Francia y Gran Bretaña, Adams fue definitivamente expulsado del Partido Federalista, tras lo cual abrazó la causa republicana.
El nuevo presidente, James Madison (1809-1817), volvió a confiar en Adams para puestos diplomáticos de relevancia. Lo mandó primero a San Petersburgo, donde permaneció hasta el año 1814, año en el que fue puesto al frente de la delegación estadounidense para negociar con los británicos la paz en el enfrentamiento de ambos países, la cual se concretó con la firma del Tratado de Gante, el 24 de diciembre de 1814. Entre 1815 y 1817, Adams fue nombrado embajador en Londres, siguiendo los mismo pasos que su padre, igual que haría, en un futuro próximo, su hijo, Charles Francis Adams.
Secretario de Estado
En el verano de 1817, Adams regresó de Londres llamado por el nuevo presidente, James Monroe (1817-1825), quien no dudó, por su gran valía y dilatada experiencia, en nombrarlo secretario de Estado (ministro de Asuntos Exteriores). Ambos personajes compartían los mismos deseos expansionistas. Adams incluso fue todavía más lejos en tales propósitos al ser uno de los primeros políticos en expresar la creencia de que Estados Unidos debía poseer todo el continente norteamericano y mantener una influencia decisiva sobre el resto de las naciones del Cono Sur, para lo cual puso todo su arte y experiencia en el campo de la diplomacia.
La primera medida fue la firma del Tratado Rush-Bagot, en 1817, con Gran Bretaña, por el que ambas naciones limitaron los barcos de guerra en la zona de los Grandes Lagos, zona de continuas fricciones entre ambos países. Por medio de la firma del Tratado Transcontinental, en 1818, Estados Unidos consiguió el reconocimiento por parte de los británicos de sus derechos de pesca en las costas de Terranova y en la península del Labrador, se estableció el paralelo 49 como frontera septentrional de la compra de Louisiana, desde el lago Woods hasta las Montañas Rocosas y se llegó al acuerdo de una ocupación conjunta anglo-estadounidense del disputado territorio de Oregón, acuerdo que después se amplió hasta el año 1846.
Pero, sin lugar a dudas, el logro más espectacular de Adams como jefe de la diplomacia de su país fue la adquisición de La Florida, en detrimento de la Corona de España. Utilizando como excusa el hecho de que La Florida oriental se había convertido en un nido de rebeldes y proscritos en contra del dominio de la Corona de España, Adams mandó al general Andrew Jackson, a finales del año 1817, al frente de una expedición de castigo contra los indios seminolas, a los que persiguió incluso dentro del territorio español. Aprovechándose de la debilidad de España, en pleno proceso independentista, Jackson llevó a cabo una ocupación militar en toda regla de La Florida, la cual fue apoyada incondicionalmente por Adams. El Gobierno español, sabedor de su manifiesta inferioridad, no tuvo más remedio que vender La Florida por un precio irrisorio de 5 millones de dólares a los Estados Unidos, en virtud del Tratado Adams-Onís del año 1819.
La Doctrina Monroe
La revuelta de las colonias españolas y la posibilidad, una vez que se formó la Santa Alianza (Rusia, Prusia, Austria y Francia), de una intervención europea en América para restaurar el status quo, provocó la declaración de la Doctrina Monroe. Después de que la Alianza hubiera sofocado ciertas "aventuras" liberales en Italia y España, entre los años 1821 a 1823, en Estados UNidos hubo rumores de que la alianza podía ayudar nuevamente a la Corona de España a recuperar su antiguo imperio territorial, incluyendo La Florida, temor que aumentó cuando Rusia extendió sus límites territoriales en Alaska hacia el sur, ocupando zonas de Oregón y reclamando la costa occidental de Norteamérica como posibles territorios "colonizables".
John Quincy Adams convenció al presidente Monroe de la necesidad de adoptar una postura firme y sin paliativos contraria a cualquier tipo de injerencia extranjera en el Hemisferio Occidental americano. Así pues, el 2 de diciembre de 1823, Monroe expuso en el Congreso la política exterior estadounidense que después se conocería como la Doctrina Monroe (América para los americanos), en la que incluyó también al Hemisferio Sur como ámbito territorial prohibido para las potencias extranjeras no americanas. La Doctrina Monroe fue recibida con entusiasmo por todo el conjunto político del país y de la sociedad, y llegó a convertirse en algo tan sagrado e incuestionable como la propia Constitución.
Por último, Adams logró sus objetivo al asegurarse la promesa rusa de no traspasar los 54º 40´de latitud norte, aunque fracasó en su intento por expulsar a los británicos de la zona del río Columbia.
La presidencia de John Quincy Adams
En la Convención Nacional del Partido Republicano, en el año 1824, las diferentes facciones del partido no se pusieron de acuerdo para elegir un candidato único, lo que provocó la designación de dos candidatos por separado, la del propio Adams, elegido en Boston, y la del también secretario del Tesoro, William H. Crawford, designado en Georgia. Al ya de por sí complicado cuadro se unieron dos candidaturas más, la de Henry Clay, portavoz de la Cámara de Representantes, y la del general Andrew Jackson, héroe de guerra y dispuesto a aprovechar su popularidad.
Las elecciones no proporcionaron la mayoría necesaria a ningún candidato, pero Henry Clay, al ser el candidato que menos votos consiguió, pactó su apoyo a la candidatura de Adams a condición de que fuera nombrado secretario de Estado por éste una vez que consiguiera la presidencia. Adams cumplió su promesa, circunstancia que luego pagó con creces durante toda su administración al ser duramente criticado por los seguidores de Jackson, ya que fue la candidatura que más votos sacó.
La consecuencia de semejante enfrentamiento dentro del partido fue la creación de dos alas opuestas: la de Adams y Clay, conocida como la de los republicanos nacionalistas, y la de Jackson, denominada como la de los republicanos demócratas, la cual acabó encuadrándose en un nuevo partido creado por el General, el Partido Demócrata.
Con tales antecedentes y a pesar de su sobrada capacidad e inteligencia para gobernar, la presidencia de Adams se convirtió en un largo catálogo de frustraciones y medidas políticas estériles por la constante oposición de los seguidores de Jackson, en franca mayoría en el Congreso. Su plan de construcción de carreteras y canales, el respaldo federal a la agricultura, comercio y manufacturas, el fomento de las ciencias y artes y la construcción de universidades nacionales pudo llevarlo a cabo tras lidiar una ardua batalla con el Congreso, reacio a un programa tan centralista como ese. Sus propuestas para aumentar la asignación económica con el fin de crear un ministerio de Interior fracasaron por completo, al igual que su constante petición para industrializar el país.
Adams también se ganó la repulsa de los estados sureños al negarse a firmar un tratado fraudulento que despojaba a los indios creek de sus tierras de Georgia. Defensor del proteccionismo económico, en el año 1828 firmó la Ley de Aduanas, por la que se aumentaban los derechos de importación y se protegía la producción lanera del Norte en detrimento de los estados del Sur.
Carente de amabilidad y demasiado "aristocrático", Adams se negó a utilizar el patronazgo presidencial para conformar un grupo político de partidarios a su alrededor, lo que posibilitó a los jacksonianos organizarse convenientemente para hacerle frente en las próximas elecciones presidenciales del año 1828, en la que Adams fue derrotado sin paliativos por la candidatura demócrata de Jackson, por 178 votos frente a 83.
Acusado por sus enemigos de corrupto político, Adams se retiró a su casa de Quincy, hasta el año 1831, cuando volvió a ser elegido miembro de la Cámara de Representantes. Este cargo no dejó de ocuparlo hasta el 21 de febrero de 1848, fecha de su muerte a consecuencia de un ataque de apoplejía sufrido en la misma Cámara. En su última etapa como congresista, John Quincy Adams se significó por su encendida defensa en la abolición de la esclavitud en todos los estados de la Unión, demostrando una vez más el alto grado de libertad e individualismo que poseía en cuestiones políticas, aun yendo en contra de su propio partido.
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