Zachary Taylor ** Duodécimo presidente de los Estados Unidos de América


(Montebello, EE UU, 1784 - Washington, 1850) Político y militar estadounidense cuyos éxitos en diversas campañas contra los indios y en la guerra contra México allanaron su camino hacia la Casa Blanca. Elegido 12º presidente de los Estados Unidos de América (1849-1850), su inexperiencia política agravó el conflicto entre esclavistas y abolicionistas.

Tercer hijo del coronel Richard Taylor, quien se había distinguido por sus acciones durante la Guerra de la Independencia, el joven Taylor pasó su niñez y adolescencia en los salvajes y despoblados territorios de Kentucky, circunstancia que confirió a su carácter cierta impronta de hombre del Oeste que más tarde sabría aprovechar para llegar a lo más alto del estamento militar y político de su país.


En 1808 ingresó en el ejército regular como teniente de infantería. Sus primeros años como soldado los pasó en la frontera, peleando sin descanso contra las numerosas tribus indias que se resistían a someterse al gobierno estadounidense.

Con el estallido en 1812 de la Guerra Anglo-estadounidense sirvió bajo el mando del comandante en jefe de las tropas del noroeste, el general William Henry Harrison, que sería presidente en 1841. Gracias a su heroica defensa del Fuerte Harrison, Taylor fue elevado al grado de mayor. El nuevo presidente del país, Andrew Jackson (1828-1837), lo ascendió a coronel, y pasó algún tiempo sirviendo en diversos puestos fronterizos del Territorio del Noroeste y de Louisiana.

En 1832, Taylor volvió a destacar en la guerra contra el jefe indio de la tribu sauk Halcón Negro (Black Hawk); gracias a ello, el gobierno de los Estados Unidos pudo controlar los territorios del actual estado de Wisconsin. En 1838, Taylor fue ascendido a general de brigada; como tal participó en la Segunda Guerra Semínola (1835-1842), en la que obtuvo una decisiva victoria sobre los insurgentes indios de La Florida en la Batalla de Lago Okeechobee (1837). Tras este triunfo le fue confiado el mando del resto de la campaña militar en La Florida y de todas las tropas del Sudoeste, emplazadas en Fuerte Smith (estado de Arkansas).

Tras la anexión de Texas a la Unión, en 1845, el presidente James Knox Polk (1845-1849), ordenó a Taylor concentrar un gran número de tropas, más de cuatro mil hombres, en la frontera sudoccidental, concretamente en la localidad de Corpus Christi, con el único propósito de provocar un conflicto que permitiera a los Estados Unidos declarar la guerra a México y poder anexionarse no sólo Texas, sino también los territorios de California y Nuevo México. 

Taylor, empujado por las presiones de los colonos fronterizos, penetró por su cuenta en una franja de territorio situado entre el río Nueces y Río Grande, en territorio mexicano. Derrotó con facilidad a los dos contingentes de tropas mexicanas que le salieron al paso: el primero fue vencido en la Batalla de Palo Alto, el 8 de mayo de 1846, y el segundo en la Batalla de La Palma, al día siguiente.


El presidente Polk utilizó ambos encontronazos como pretexto para declarar la guerra al gobierno mexicano de Antonio López de Santa Anna e iniciar la Guerra Mexicano-estadounidense. Nada más declararse la guerra oficialmente, Taylor se dirigió a Monterrey, ciudad que cayó enseguida, el 23 de septiembre de 1846, a pesar de estar defendida por un número de tropas mucho mayor que el que disponía Taylor.

Desobedeciendo las órdenes del presidente de transferir sus mejores tropas a las unidades del general Winfield Scott, en febrero de 1847 Taylor decidió avanzar hasta la localidad mexicana de Buena Vista con el objetivo de enfrentarse a las tropas del general Santa Anna, quien se dirigía a marchas forzadas a su encuentro. Taylor asestó el golpe definitivo a las cansadas y maltrechas tropas mexicanas el 23 de febrero de 1847, en la Batalla de Buena Vista, en la que Santa Anna se dio a la fuga tras ver con su propios ojos cómo sus tropas eran literalmente masacradas por las de Taylor.

Como consecuencia de este triunfo y de las victorias posteriores del general Scott, México no tuvo más remedio que firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848, por el que aceptaba la cesión a los Estados Unidos de California y Nuevo México (casi la mitad de su territorio nacional), además de reconocer la frontera de Río Grande para Texas. Por su parte, Estados Unidos se comprometió pagar quince millones de dólares por los territorios cedidos y a asumir las reclamaciones de los ciudadanos estadounidenses contra México por un valor de unos tres millones de dólares. Con la guerra resuelta, el general Taylor se retiró del ejército para hacerse cargo de su plantación de tabaco, sostenida con el trabajo de un gran número de esclavos.

Pero debido a las manifiestas diferencias que mantenía con el presidente demócrata Polk y a sus simpatías por el Partido Whig, los líderes de este último barajaron la posibilidad de postular a Taylor como candidato presidencial, a pesar de que éste se declaraba independiente, poseía esclavos en su plantación y carecía de la más mínima experiencia política para llevar el timón del país, y menos en una época con problemas tan acuciantes como la cuestión esclavista, asunto que dominaba casi por completo los mentideros políticos de Washington y de los estados.


Elegido candidato por el Partido Whig en la Convención Anual de Filadelfia en detrimento de los dos pesos pesados del partido, Henry Clay y John Calhoun, Taylor supo aprovecharse de su condición de héroe de guerra para derrotar al candidato demócrata Lewis Cass por 163 votos a 127 en las elecciones celebradas a finales de 1848. 

El tercer partido en discordia, el Partido del Suelo Libre, liderado por el ex-presidente Martin van Buren (1837-1841) apenas alcanzó el 9% de los votos, los justos para disponer en el Congreso de diez diputados e influir en los equilibrios del poder.

Nada más jurar su cargo, Taylor tuvo que enfrentarse al espinoso asunto de dirimir el estatuto jurídico y político de los territorios adquiridos tras la guerra con México. La controversia sobre la esclavitud se había ampliado hasta extremos delirantes, amenazando incluso con la secesión entre los estados del Sur y los del Norte. Además, el problema de proporcionar un gobierno civil para los nuevos territorios se convirtió en una cuestión prioritaria debido a la fiebre del oro que se desató tras descubrirse en el valle californiano de Sacramento ricos filones del preciado metal, lo que ocasionó que, a finales de 1849, California alcanzase una población de más de 100.000 almas.

Taylor, llevado por su poca experiencia política y por su tendencia a simplificar los problemas complejos que le surgían, intentó evitar un enfrentamiento en el Congreso alentando a California y Nuevo México a dotarse de una constitución y a solicitar la admisión inmediata como estados en la Unión, evitando así dicho trabajo a un Congreso convulso y dividido por las polémicas abolicionistas. 

Los californianos esbozaron y presentaron al Congreso, en octubre de 1849, un borrador de constitución en el que se prohibía la esclavitud. Una vez ratificada en marzo de 1850, solicitaron su admisión como estado de la Unión. Pocos meses después, Nuevo México siguió los mismo trámites que la vecina California. Las solicitudes obtuvieron poco apoyo y sólo sirvieron para excitar todavía más a los estados esclavistas del Sur, quienes veían en la admisión de California y Nuevo México un claro peligro para el equilibrio regional del Senado.


Con la Unión claramente en peligro, el venerable Henry Clay, de vuelta al Senado tras una ausencia de siete años, asumió sobre su persona la tarea de reconstruir un compromiso, considerando, a diferencia del presidente Taylor, que sólo una fórmula amplia que abarcara todos los temas y diferencias en disputa entre el Norte y el Sur podía tener alguna garantía de éxito. 

El 29 de enero de 1850, Clay presentó en el Senado un conjunto de resoluciones conocido como el Compromiso de 1850, que proponía, entre otras cosas, la admisión de California como estado libre; que Texas abandonase sus pretensiones territoriales sobre Nuevo México; que se aboliera el tráfico de esclavos en el Distrito de Columbia; que se aprobase una nueva ley más efectiva y rigurosa sobre los esclavos fugitivos; que los territorios adquiridos a costa de México se organizasen sin imponer una postura sobre la esclavitud, es decir, permitiendo adoptar una u otra disposición libremente; y, por último, que el Congreso se declarase a sí mismo sin poder para interferir en el tráfico de esclavos interestatal en los estados donde ya existiera la esclavitud.

Estas resoluciones dieron pie a un largo y agrio debate de más de siete meses en el Congreso que convulsionó a todos los sectores sociales del país y neutralizó la acción del Gobierno de Taylor. Durante las sesiones del Senado, las propuestas de Clay fueron atacadas por ambos bandos, el esclavista y el abolicionista, que defendían sus propios intereses políticos y económicos. Ello propició que Taylor se aferrara tercamente a su propio plan, permaneciendo en contra de todo principio de compromiso.


Henry Clay abandonó Washington a finales de junio, desanimado y con la salud muy deteriorada, desaparecidas aparentemente todas las posibilidades de sacar adelante su propuesta. En medio de tal polémica y con la irritación de sus propios partidarios whigs del Sur, el 9 de julio falleció repentinamente Zachary Taylor. 

Su muerte eliminó el obstáculo principal para la aprobación de las medidas del Compromiso de 1850. A Zachary Taylor le sucedió en el cargo su vicepresidente, Millard Fillmore (1850-1853), totalmente a favor de los planes de conciliación de Clay.

Fillmore usó todo el peso del gobierno para aprobar el documento y vencer las reticencias del Norte. California fue admitida como estado no esclavista y el resto de las adquisiciones fueron organizadas en dos territorios, Nuevo México y Utah, que acabarían siendo admitidos como estados con esclavitud o sin ella, según lo determinaran en su momento sus respectivas constituciones.


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